Categoría: Filmoteca maldita

PÁNICO A LO NUEVO

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En un lugar tan proclive al enfrentamiento, donde se niega el gris y te obligan siempre a escoger entre el hoyo o el bollo, he fundado un club selecto: los indiferentes galácticos. El haterismo gratuito del lado oscuro me repele tanto como las brillantes loas a la nueva trilogía, un poco surgidas contra lo primero y cebadas de optimismo desde su comienzo hace un par de años. Hay que actuar ya, pensé, no puede pasar un día más de inacción, existen millones de personas como yo, no estoy solo en la no muy lejana galaxia. Hablamos de Star Wars, por supuesto. Frivolidad máxima revestida de trascendencia mitológica. Con la infancia por medio, señores y señoras, la de varias generaciones. Si no les interesa el asunto les recomiendo que no continúen. Si aún no has visto el Episodio VIII te advierto de que puede contener spoilers.

Las sensaciones al salir del cine no fueron buenas, pero eso, hablando de Star Wars, no quiere decir mucho. Todavía me relamo al rememorar aquella bonita sensación tras ver el Episodio VII, mi sentencia “pues que me ha gustado”, recuerdo ese orgullo yo-no-me-escondo en la plaza Martínez-Zaporta. Sin embargo, de vuelta a casa, por el Espolón, ya caminando solo sin conversación que me distrajera, llegaron las sombras. A ver si JJ Abrams es un buen trilero. Por la estación de autobuses tuve la sensación de que me habían robado mientras sonreía y daba las gracias. En la cama me sentí sucio y no pude dormir. Volvamos a ayer. La impresión postcoital, como digo, nefasta. La película tiene un inconveniente que la convierte indefectiblemente en un bodrio. Dos horas y media. Media hora más que El Imperio Contraataca. Ya lo digo yo: sí, voy a comparar. No entiendo por qué está tan feo comparar si todos lo hacemos antes de comprar cualquier cosa, por ejemplo, o se es alto o bajo, grueso o delgado, listo o tonto en relación a algo. Resulta que se puede comparar todo, menos Star Wars. No me parece justo cuando se hace de forma bruta o interesada o dañina –“el George Lucas de Alberite”-, pero creo que es legítimo en el caso de una serie de películas que siempre empiezan igual. Es muy difícil competir con películas redondas como los Episodios IV y V; a Rian Johnson le toca bailar con la más fea, soy consciente y me apiado de él. Es decir, no quiero que muera lentamente ni agonice, no me cambio por él, pero tampoco voy a abanicar su supuesta “renovación” de la saga. Cuando se habla de novedad o renovación o nuevo siempre se asume que todo camina hacia adelante en progresión ascendente de calidad o bienestar, dependiendo del caso, que el cambio es algo “necesario” por anquilosamiento o invalidez de “lo viejo”, que lo viejo hay que dejarlo de lado y abrazar lo novedoso, aunque sea objetivamente peor y lo antiguo sea excelso. En el caso de Star Wars es así. Creo que todos estamos de acuerdo en eso, los seguidores de la luz y los de la oscuridad: no hay nada mejor que la trilogía original. No ocurre siempre. Existen remakes nuevos que los prefiero a sus versiones precedentes y películas actuales que me parecen maravillosas. Pero el principal problema de Star Wars es que la trilogía primigenia funciona como tapón, se convierte en techo cualitativo, el propio Lucas tampoco consiguió acercarse en la “segunda” trilogía. Volvamos otra vez. ¿Qué no me ha gustado de esta nueva entrega? El aire desenfadado. No digo que no sea revolucionario, puedo comprar el argumento, pero la batalla inicial trufada de chistes no ha conseguido arrancarme ninguna sonrisa, Luke tirando el sable láser me ha parecido patético, ese barniz humorístico no me encaja, algo falla y no sé qué es. El guion no es muy fino tampoco, los diálogos no son muy buenos, los personajes me siguen sin transmitir nada. Para mí, esto es clave. Los diálogos antes eran brillantes; reforzados por el carisma de Fisher, Hammill y Ford, cada línea se convertía en memorable. Aquí solo me logran remover algo Fisher y Dern, -curiosamente las actrices más viejas del reparto- y, quizás, Kelly Marie Tran, pero aún no estoy seguro, podría tratarse de otra farsante. Agradezco que los bichos no tengan mucha importancia, como los furbys o tamagochis que pueblan el Planeta Isla de Pascua. El Planeta Montecarlo me hizo tilín, pero cómo se han introducido ciertas ambigüedades de los rebeldes y de los malvados no me hacen tanta, me parecen martilleadas sin sutileza ni gracia, en papilla, así no masticamos, que cansa mucho. Esto es norma en muchísimas películas, no es solo una tara de Star Wars. La batalla del Planeta Sal nos recuerda su conexión con El Imperio Contraataca, también la aparición de Yoda. En fin, que no consigo ver ningún aspecto positivo. Quizás no existan o a lo mejor soy incapaz de verlos. Quizás todo sea más sencillo y no deba buscarle tres pies al gato. ¿Me hago mayor? Quizás con 34 años ya sea normal que esto no me guste. Me pasó con los superhéroes, a los quince años me dejaron de interesar. No sé. De momento he fundado el club. Si quieren unirse ya saben, rellenen la solicitud.

LA MIRADA DE LUCAS

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Los martes leo el Pronto en casa de mis padres. Empiezo por el final, por esa sección que aglutina curiosidades de índole diversa. Luego voy al epígrafe trabajo de Tauro, por si hubiera novedades y, de ahí, salto al monográfico Vidas interesantes. No hago demasiado caso al resto, miro los santos por si reconozco a alguien interesante de verdad, poco más. A veces encuentro petróleo; la revista aúna la actualidad rampante con mini-artículos sobre personajes condenados al ostracismo durante decenios y de otros en decadencia permanente. De ese batiburrillo emerge la mirada triste de George Lucas. Al principio no me doy cuenta porque George está rodeado de los clásicos personajes Disney ataviados como los de Star Wars; Minnie de Leia, Goofy de Darth Vader, Mickey de Obi Wan y el pato Donald de Han Solo. Eso despista mucho. También sale R2D2. Arropado por la recua, Lucas sale vestido de Lucas: eterna camisa de cuadros, deportivas blancas y tejanos desgastados. Detrás han pintado un bosque parecido a los que -sabemos- crecen en la luna de Endor. El creador del fructífero universo parece cansado, ausente, fija su mirada en el horizonte, como la de Luke ante la Binary Sunset de Tatooine. Se nota que está pensando en otra cosa, que no quiere estar allí. En su cabeza se agolpan las imágenes y las cuestiones. ¿Por qué Rogue One no empieza con el texto amarillo y el tema de John Williams? ¿Por qué nos privan de ese ¡pum! emocional en el pecho? Quizás se encuentre confundido como el inicio de este spin off, un galimatías en el que ocurren muchas cosas mal narradas. Tan mal, que han tenido que poner carteles debajo de los nuevos planetas, señales de tráfico para no perderse. Piensa en algo plano y liso, sin honduras dramáticas ni cómicas ni nada. La intemperie de la estepa sin fin. Imagina los personajes nuevos, el comando suicida. Todos merecen morir: la protagonista vacía, el líder rebelde de ambigua moral, el ciego karateka, jedi de marca blanca, el grandullón del blaster ametrallador. La Alianza de Civilizaciones de Zapatero era, en realidad, la Alianza Rebelde. El robot sí que le da un poco de pena. Pobre máquina, más humana que los personajes. No hay química, no hay complicidad y se verbaliza hasta lo intrascendente: ha faltado un “me voy a mear” en algún momento. Muchas palabras, pero ninguna memorable. Ni siquiera Moff Tarkin -Peter Cushing resucitado digitalmente- cuenta algo interesante, un secundario de infinitos quilates desaprovechado. Quizás no era necesaria su nueva aparición. Lucas piensa en Vader. Su entrada en la peli le gusta. Es lo mejor junto al descubrimiento del nuevo Planeta Caribe. Incluso disfruta la nueva versión de “su carencia de fe resulta molesta”. Y el malo, el de la capa blanca, es salvable dentro de todo el desaguisado. Tira que te va. El problema es que no está tan mal, se han arriesgado un poco más. No mucho, pero sí algo más que en el Episodio VII. Uy, eso mejor ni tocarlo, ¡fuera! ¡fuera! Hay cosas buenas, ideas incluso decentes… pero no se profundiza, son como esbozos, se intuyen pero no tienen forma. Lucas sacude la cabeza levemente. ¿Y si le corto la cabeza a Goofy con el sable láser y la clavo en una pica a la entrada del rancho?

COSAS GUAYS (Primavera 2016)

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TURNO DI NOTTE A CITTÀ CONFINE

Seguro que conocéis la siguiente secuencia recurso, mis queridos cinéfilos. Una pareja se ubica en un espacio. Puede ser uno interior (bar, restaurante, lugar de trabajo…) o exterior (parque, bulevar, camino…). Mantienen una conversación intrascendente, mucha risa y tontería que denotan cierta conexión. Cada nuevo chascarrillo es una muestra de su atracción creciente, de su tanteo mutuo, de tratar de agradar sin aspavientos, discretamente, piano, piano, para no cagarla. Se conocen desde el minuto cinco del metraje y, aunque los créditos ya nos daban alguna pista, está claro lo que va a pasar. Sólo falta saber qué va a resquebrajar sus respectivos muros de contención. Sigue la charla. Trabajos anteriores, cómo tú por aquí, ¿te apetece tomar una copa?, hasta que a uno de los dos se le escapa algo que considera íntimo y secreto, algo importante para él o ella, un desliz que no estaba en la lista de automatismos a articular con desconocidos y que –piensa- seguro que no despierta el mínimo interés en el otro. Entonces la cara de nuestro interlocutor se ilumina (¿Te gusta la cerámica china?) a la vez que se convierte en piedra. Son milésimas de segundo pero, ¡qué sufrimiento!
—Sí, alguna vez, bueno, eh…
—¡¡ME ENCANTAAA!!
Se abrazan y se recitan las dinastías y sus estilos, se cuentan sus viajes a la Ciudad Prohibida, se quieren, es una pasión irrefrenable, se han librado del corsé de la convención, es la magia del cine y de la vida. Cenan en un chino y terminan en la casa-museo de uno de ellos, destruyendo porcelana por el pasillo al tiempo que se arrancan la ropa a dentelladas, durante un plano secuencia maravilloso. Funde a negro. ¿Cuándo demonios va a ocurrirme esto?, pensamos los espectadores en la butaca del cine.

Mi cerámica china de esta primavera se llama Buio Mondo y ha sido un amor a primera cuchillada. Hojeando la revista Karate Press (cuya lectura recomiendo a todo adorador subterráneo) me encontré con el portadón que ilustra este post (los guantes y el cuchillo los he añadido yo); un collage de objetos cortantes, pastores alemanes cabreados, máscaras sadomasoquistas, cristales rotos; y un título expeditivo sobre un restregón de sangre: Italia Violenta. Decir que llamó mi atención sería como afirmar que las mujeres y la cerveza me gustan un poco. Y eso que estaba en blanco y negro, no había descubierto sus colorines argentianos, esos verdes y rojos cegadores que el no versado puede identificar con Portugal, pero que a mí me teletransportan al país transalpino… Bien. Comencé a leer el artículo y a confirmar mi primera impresión… Pulso el stop del VHS.

Buio Mondo son dos tipos (Il Forense y Dr. Freudstein) que practican sludge o metal pesado con rastros de sintetizadores. Hasta aquí todo ¿normal? La gracia, o mejor dicho, hito civilizatorio, es que lo hacen tomando como referencia las bandas sonoras del cine de terror que Italia produjo desde finales de los sesenta hasta los años ochenta; sobre todos los géneros cultivados (Poliziesco, péplum, erótico) el giallo era el rey de reyes. Un género fruto de la noche apasionada entre una Psicosis ciega hasta las cejas de Amaretto y el Krimi alemán, que ya iba torcido de serie, los dos apretaditos en un Fiat 600 aparcado frente a la playa. Buio Mondo recoge esta tradición terrorífica y (sobre todo) homenajea a aquellos que pusieron música (Goblin a la cabeza) al grito aterrorizado de mujeres espectaculares, a la amenaza del cuero negro. Italia Violenta es genial, todos los detalles se han cuidado al máximo. Temas como A mezzanotte mi prendo la tua carne, Il gatto con la coda di cristallo y Omicidio sotto le luci al neon te pondrán como una moto si te suenan nombres como Bava, Argento, Fulci, Martino, Avati, Nicolodi, Fenech y un largo etcétera. Bravissimo!

 

BONUS TRACK: SMART COPS – PER PROTEGGERE E SERVIRE

Aunque este discazo de Smart Cops tiene ya unos años, no me he podido resistir a ponerlo aquí, aprovechando que el Tíber pasa por Roma. Siempre presentes.

COSAS GUAYS (Invierno 2016)

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ACCIDENTEPulso

La banda de punk rock madrileña ha lanzado su nuevo trabajo a traición, sin avisar a nadie –me ha pillado en fuera de juego clamoroso– y es una excelente noticia. Por dos motivos. El primero es sencillo y se relaciona con la calidad de la banda; Accidente es de lo mejorcito del género, tienen eso, una voz propia, que es algo muy difícil de lograr e imposible de planificar. Suenan a ellos desde su perfecto primer disco de 2011, un álbum que demostraba el interés por alumbrar el ideario anarcopunk desde una perspectiva menos manida, sin frases hechas ni consignas huecas por repetidas, manifestaba el deseo de hacer pedazos los pedestales dialécticos con letras dulces pero firmes. En Pulso, la banda continúa practicando el hardcore melódico habitual –en este sentido no hay cambios sustanciales–, siguen elaborando canciones coreables, pegadizas y memorables sobre precisas melodías de alta gama. Quizás sea esta una de sus mejores bazas; puesto que Accidente siempre trabaja en pos del himno, sus discos deberían valorarse en función del acabado final, es decir, discerniendo cuál de ellos es más redondo. A mi parecer, Pulso lo forman diez canciones superiores a las incluidas en su anterior Amistad y Rebelión, donde conviven las cimas más altas de la banda (“Las victorias más bellas”, “Beyond words”) con planicies más monótonas. El nuevo álbum se eleva sobre aquel y reúne un puñado de temas llamados a ser clásicos del hardcore melódico ibérico durante una primera mitad que es un sopapo enrabietado. Tras un par de temas menos intensos –que no flojos– la brillantez llega, para terminar la faena, a partir de “Complicidad”. Teniendo en cuenta la fecundidad y calidad de su discografía, puede concluirse que Pulso satisface las expectativas que las buenas bandas –involuntariamente– crean; si te gustan Accidente, el álbum te encantará y, si no los conoces, te convertirás en fanático desde el primer segundo. La gráfica la firma Mar Estrama y añade más frescura todavía al trabajo, seguro que luce genial en la futura edición física.

¡Ah, se me olvidaba! El segundo motivo que anunciaba al principio… No sólo me gusta Pulso por todas las bondades que he enumerado. Me gusta porque es otro disco de Accidente. Me explico. Cada vez me cansan más los grupos punk efímeros que saltan de un estilo a otro, de single en single. Me invade una pereza absoluta, lo reconozco, cuando me dispongo a escucharlos, tengo la sensación de que para hacerlo debo “forzar” demasiado mis apetencias, me tengo que preparar mentalmente para escuchar un nuevo grupo. No tiene nada que ver con la calidad ni nada de eso, ni siquiera critico tal manera de funcionar; cada uno tenemos la nuestra y todos conocemos lo difícil que es mantener proyectos sin caer en la autocomplacencia, el tedio, la repetición o la incompatibilidad laboral o personal. Me gustaría que hubiera más continuidad en ciertas bandas que me gustan, poder analizar y comparar sus discos para poder decir grandes aforismos como “sólo los tres primeros”, “hasta el negro, bien” y cosas así. Frases que confirman que sigues vivo. Por eso valoro todavía más este disco de Accidente. Siguen.

 

LO QUE HACEMOS EN LAS SOMBRAS (Taika Waititi, Jemaine Clement, 2014)

La de terror de rigor. Bueno, la de hoy no es tal; Lo que hacemos en las sombras cuenta, en modo falso documental, la vida de cuatro vampiros que comparten piso. Esta peli neozelandesa una comedia terrorífica bastante entretenida y sorprendente, ágil y muy bien contada, que profundiza en el modo de vida de los cuatro chupasangres protagonistas. Peleas contra grupos de hombres lobo, conversiones fallidas, siervos indignados y mucho más.

 

45 AÑOS (Andrew Haigh, 2015)

Soy fanático de Charlotte Rampling así que no podía faltar su última película en la lista de Cosas Guays. Esta vez encarna a Kate Mercer, una maestra jubilada inmersa en los preparativos de su 45º aniversario de boda. Una carta llega, no obstante, a chafar un poco la fiesta: en un glaciar de los Alpes suizos han encontrado el cadáver congelado del primer amor de su marido. Una peli fantásticamente dirigida y, por momentos, muy malrollera. Me encantó, claro.

 

MUSTANG (Deniz Gamze Ergüven, 2015)

Deniz Gamze Ergüeven cuenta la infancia y adolescencia de cinco hermanas en la Turquía rural; cómo se suceden los casamientos pactados a medida que van creciendo y el poso que va dejando en las hermanas menores. La historia fluye fantástica, y Deniz Gamze encuentra el equilibrio entre comedia y drama cuando describe el opresivo ambiente familiar y social en el que transcurre. Impresionantes las interpretaciones de las cinco chicas protagonistas.

LAS MONSTRUOPELÍCULAS

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Ando con veinte pestañas abiertas, café en ristre, saltando de una a otra (Filmaffinity, IMDB, Wikipedia…) averiguando si la película Escalofrío (Carlos Puerto, 1978) se tituló de otra manera en Estados Unidos, Francia, Latinoamérica o Inglaterra. O en Alemania Federal, grandes aficionados al terror charcutero que me han salvado la vida muchas veces con versiones dobladas de calidad repugnante-vhs-grabado-del-salón-de-casa. Satan’s Blood fue el título en Estados Unidos e Inglaterra. También se acredita Don’t Panic para la versión de vídeo –apostaría a que sólo fue estrenada de esa manera–. Mis amigos tudescos no decepcionan y contribuyen con su versión llamada Schok. Ya dispongo de información más que de sobra, así que al lío: a escribirlos en el buscador de recónditas páginas web. No me cuesta demasiado obtener resultados con Satan’s Blood así que, antes de fumarme un cigarro a la salud del botín que me llevo, me despido de las sonrientes rusas que desean ser mi esposa y renuncio al método mágico para hacerme rico en la red. Doy un sorbo al café congelado, síntoma de Nivel de Navegación Severo y, justo en ese preciso instante, unos tambores acompañados de jadeos me dan un susto de muerte. En alguna pestaña ha pasado algo. Y no es porno, es algo más “artístico”.

Es un tráiler. El Renacido de Alejandro González Iñárritu, la que peli que hemos escogido para ver en el cine. Después de ciento cincuenta y seis minutos, coincido en que se trata de una historia de supervivencia, pero no sólo para Leonardo DiCaprio… ¿Qué hemos hecho, oh Hollywood sagrado, para que nos castigues con tanta dureza? ¿Por qué nos agredes con ladrillos interminables? Es cierto que la fotografía es magnífica, que está rodada de maravilla, pero la historia no da para tanto. Es costumbre añeja la de hacer películas a base de clembuterol dando como resultado paquidermos admirables desde un punto de vista científico -¿cómo habrán hecho eso?-, pero de huella escasa. Y no es que los directores no tengan talento; supongo que producción obliga y la gran longitud del metraje será una cláusula insalvable cuando hay grandes presupuestos entre manos. De entre las últimas producciones de Hollywood que he visto, no hay ninguna que se salve de la maldición y no sobrepase las dos horas, un tiempo más que prudencial para contar la mayoría de historias: El despertar de la Fuerza (135 minutos), El puente de los espías (135 minutos), Spectre (146 minutos), Los odiosos ocho (167 minutos). Y tantas otras que todavía no he tenido oportunidad de ver como The Martian (142 minutos) y el resto de nominadas a los Oscar, el festival donde está prohibido dar un premio por debajo de las dos horas. El caso de Los odiosos ocho es de juzgado de guardia, una venganza sangrienta contra nosotros, el público desarmado. Quizás esta tendencia por lo monstruoso en todo (longitud de películas, tamaño de edificios, tochos inabarcables, discos eternos) es signo del tiempo que vivimos. Yo ya he empezado mi terapia anti-pestiños repasando pelis viejas de la Hammer que solamente te hacen perder una hora y media de tu vida, como mucho. Necesito tiempo para mi Nivel de Navegación Severo.

 

COSAS GUAYS (Entretiempo 2015)

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Todas las noches iba al cementerio a visitar la tumba de su hermosa y la gente murmuraba con misterio “es un muerto escapado de la fosa”.

Walk me to the graveyard / Dig up her bones.

 

Sí, se acerca el Día de los Muertos, Todos los Santos, Halloween… Como sea. Me veo en la obligación de proponerles algunas de las cintas que he visto recientemente para que las disfruten después de visitar el cementerio. Todas ellas contienen aspectos que me han parecido llamativos y, por supuesto, son de terror, ideales para una peligrosa maratón nocturna… Intentaré no spoilear… pero no prometo nada.

 

A GIRL WALKS HOME ALONE AT NIGHT (2014)

Mete en un saco el mumblecore, Truffaut, los vampiros de toda la vida, Irán, el blanco y negro y trazas de Peckinpah. Ahora pon el logotipo de Vice y tíralo por las escaleras, a ver qué sale. Pues eso ha hecho Ana Lily Amirpour y lo que ha salido del saco es fino mandarino. Aún no sé si esta peli de título descriptivo debería gustarme, si se ha pasado de vueltas de moderna o si es la posmodernidad en sí misma… Pero el caso es que me ha encantado. Todo en ella es maravilloso: el paseo nocturno en monopatín, la fiesta de disfraces… Véanla aunque la modernidad les haya pasado por encima. En serio.

 

ICH SEH, ICH SEH (2014)

Las austríacas Severin Fiala y Veronika Franz escogen un originalísimo comienzo –dos hermanos gemelos no reconocen a su madre tras haberse sometido a una operación estética– para hablarnos de la identidad, la muerte y sus relaciones. Es una película minimal rodada estupendamente que desprende un paulatino terror cotidiano que desembocará en un clímax brutal. En una entrevista, las directoras afirman que la idea del film parte de un caso real de alguna de las versiones del programa Cambio Radical. Realidad, te adoro.

 

THE FINAL GIRLS (2015)

Homenajeando desde título a las millones de supervivientes femeninas de los slashers ochenteros –cuya virginidad era su fuerza vital–, Todd Strauss-Schulson plantea una comedia meta-terrorífica en la que los personajes son absorbidos por uno de ellos. Taissa Farmiga lidera la divertida pandilla protagonista a través de esta película de estética perfecta, un slasher-caramelo original y entretenidísimo, alejado del aura sórdida de la mayoría de sus predecesores.

 

KNOCK KNOCK (2015)

La nueva película de Eli Roth se inscribe en el facundo subgénero del prota-preso-en-su-casa. Keaunu Reeves es el encantador padre de familia dispuesto a pasar el fin de semana sin sus hijos y esposa. La amenaza exterior la forman Lorenza Izzo y Ana de Armas, tándem adolescente ultrasexual en busca de ayuda bajo la tormenta… Quizás sea la más floja de las propuestas; aunque es entretenida de principio a fin y Roth es creativo discurriendo maldades (esta vez sin gore), tengo la impresión de que la película siempre está un peldaño por debajo de lo esperado en todo momento. De hecho, si la he incluido en tan egregia lista es porque sale Ana de Armas, una tía que lo bordó en una reciente producción hispano-colombiana de terror, El Callejón –Blind Alley–(Antonio Trashorras, 2011); solamente con ver los títulos de crédito de la película de Trashorras ya te das cuenta de su magnetismo. Hechizo puro.

QUERER SER SAM NEILL

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Parque Jurásico significa la última película-fenómeno que recuerdo; significa interminables colas en el extinto cine Diana; significa una infancia coleccionadora de fascículos, gafas 3D, maquetas —¡una brillaba en la oscuridad!— o tebeos relacionados con dinosaurios; significa conocer los nombres impronunciables de un ciento de bicharracos; significa querer ser Sam Neill de mayor. No es necesario continuar enumerando los factores por los que la película de Spielberg se eleva a la categoría de intocable dentro del género Para Ver en Centro Comercial Con Toda La Familia. También fue la última que mi padre vio en un cine; «ya no necesito ver más», debió pensar tras contemplar al T-Rex bajo la densa lluvia nocturna.

Con estos antecedentes pueden hacerse una idea de lo que me ha parecido Jurassic World (JW). Y más teniendo en cuenta que su condición de relanzamiento de la franquicia obliga a compararla con la original de1993 y no con sus penosas secuelas. Puede decirse que es una revisita a Jurassic Park (JP), un calco estructural sin talento ni gracia, únicamente guiado por la tecnología. El misterio, el suspense y la sorpresa han sido sustituidos por imperativos o elementos técnicos; si en JP, Spielberg los utilizaba para apoyar o acentuar el drama (los jeeps por raíles detenidos frente a la zona T-Rex, por ejemplo), en la nueva versión más parece que las cosas se han hecho porque podían hacerse, sin reflexión ni inteligencia. En todos los malditos planos tiene que haber un holograma de dinosaurio (casi salen más que los dinosaurios reales), una pantalla táctil, una mamarrachada con luces que no sabemos para qué demonios sirve. El realismo de los dinosaurios sufre entre tanta sobredosis de efectos especiales y el resultado es que parecen más de mentira que en 1993, cuando todavía existía pudor 3D, el temor —más que razonable— a que los espectadores notaran los bichos «pegados» y lo digital debía camuflarse con autómatas o decorados para conseguir una hibridación perfecta. La conclusión es que la vorágine efectista que rodea JW la defenestra hacia la irrealidad más absoluta. JP era una película que se tomaba en serio a sí misma, tan bien hecha que te creías el tinglado montado en Isla Nublar.

Los personajes son otro problema; quieres que mueran todos. Los dos hermanos son vomitivos; el mayor es un imbécil intrascendente y el pequeño un pitagorín descafeinado, desprovisto del aire nerd y underground del original. La protagonista (tía de los niños) es la directora del parque y la campeona de los cien metros lisos en tacones selva a través. Su homólogo masculino (un domador de velociraptores) es un ex marine cabeza cuadrada mezcla de Rambo y César Millán. Un humanista que vive retirado en su bungaló. Entiendo que el objetivo de esta —fatal— caracterización romántica del fulano es contraponerla con la de la chica. ¿Quién va a querer ser este anormal de mayor? Ambos son detestables, verlos es una tortura y la comparación con la pareja Neill-Dern sería un crimen de lesa humanidad. Del resto, mejor ni hablar. El argumento y su desarrollo son estúpidos, simplemente. Son más idiotas de lo que cabría esperar, quiero decir.

Dios. Qué horror.

COSAS GUAYS (Sección Primavera 2015)

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Hace catorce años que publiqué (y cobré) mi primera página en una revista profesional. Después de eso me las prometía muy felices, pero tuvieron que pasar aún unos cuantos abriles, cinco o seis, para que pudiera vivir exclusivamente de lo que me gustaba. De cómo me las compuse durante este tiempo para poder comer y continuar dibujando a la vez, es un misterio del que por el momento prefiero no hablar… De modo que los años restantes hasta la fecha, los he dedicado a seguir aprendiendo a escribir y dibujar historias. Pero no se vayan a creer, lo que sobre todo he intentado con más empeño, tanto en las épocas turbias y difíciles como en las dulces y afortunadas, ha sido aprender a vivir, que en definitiva es lo que más me gusta.

Alfredo Pons

TRAS LAS PERSIANAS DEL BLOQUE

Lo encuentro mientras vacío la caja que pone “tebeos”, camuflado entre dos gruesos volúmenes como si fuera un antiguo grimorio prohibido; hasta tiene una cinematográfica capa de polvo, prueba de que no es ninguna novedad editorial. Se trata de Escalera de vecinos del dibujante y escritor Alfredo Pons. Es un cómic que releo cada cierto tiempo si bien se hallaba en paradero desconocido debido a mi mudanza por episodios. Pons fue director de la revista El Víbora y su estilo podría encuadrarse en una especie de realismo lumpen cotidiano. Relata lo que acontece en un bloque de viviendas, ejerce de voyeur de las vidas de personajes tan reales como estrafalarios. O tan reales por estrafalarios. Porque uno de los aspectos clave de esta obra maestra es la voluntad de Pons por transmitirnos su pensamiento en pequeñas dosis, a veces al margen de la historieta misma. Su oficio comprometido de testigo, su consciente papel de cronista subterráneo de la Barcelona preolímpica más incómoda. Todo esto es verdad; yo lo viví, yo lo escuché, yo estaba allí, convivía con esta fauna variopinta, nos recuerda Pons mediante lúcidos fogonazos. “Cada día somos espectadores de nuestra vida… Y todo el mundo sabe que ninguna puesta en escena iguala el viejo estilo de la propia existencia”. Las historias están magníficamente contadas, son narraciones hipnóticas dibujadas con un irresistible toque amateur underground y a medida que se suceden, también lo hacen las píldoras ideológicas de Pons. “Existen personas. Existen historias. Las personas creen poder manipular las historias, pero lo contrario suele acercarse más a la verdad”. En este caso por boca de Alan Moore. “When you talk it’s like a movie and you’re making me crazy cause life imitates art” canta Jessica Lange en la última temporada de American Horror Story, parece casi brujería; la realidad que imita la ficción que una vez –probablemente– se basó en lo real. Son las famosas historias que no te puedes creer. Incluso el prólogo-relato de Carlos Sampayo es otro pulso a la realidad, otro de los pasajes increíbles. En él, un –cito textualmente– joven moderno y una mujer madura coinciden en un ascensor que se cuelga. La señora aguanta la bolsa con la compra y el joven lee Escalera de vecinos. Después de la típica charla insustancial la mujer se interesa por la lectura del chico y, al observar los dibujos de mujeres desnudas, se indigna. También se reconoce en una de esas mujeres y decide mostrarle los pechos al joven, tras asegurarse de que no vive en el edificio. “No vaya a decírselo a nadie… y mucho menos al Pons ese”. Ahora que he vuelto a disfrutarlo me parece más grande que nunca. Me ha recordado cuando Flying Ladies grabamos Nuevo arte de vivir. El título y letra homónima se inspiran en la cita que abre este artículo. Enorme Alfredo Pons.

FUEGO, FUEGO Y MÁS FUEGO 

Elenco acaban de publicar Fuego, su tercer trabajo. Lo esperaba con ansia después de que nos pusieran la miel en los labios con el pedazo de vídeo del single. Si en él ya se intuían los nuevos derroteros que la banda había tomado, la primera escucha de este nuevo disco supone la confirmación total. El hardcore se mezcla a la perfección con su sonido metalero tradicional y fortalece una pared de ruido -ya de por sí- muy compacta. La incorporación de una nueva guitarra les ayuda a conseguir ese directo demoledor que ahora se traslada al plástico. Los nuevos riffs de guitarras son magníficos, más rockeros por instantes y la escucha se enriquece cuando aprecias los infinitos detalles que atesora cada tema. Los textos tratan sobre la fuerza purificadora del Fuego, la falsedad de la vida capitalista espectáculo –En el interior–, el neofascismo –Nueva época, título revelador si vives en tierras beronas–, la esclavitud del tiempo –08.00 am–, la miseria de la existencia estigmatizada –Vidas malditas–, la nueva oportunidad ante los estertores de la democracia –Último suspiro– y las contradicciones que pueblan nuestro corazón –Controversia–. Además en el póster interior nos muestran un collage de fuentes de inspiración; el fanzine Dinero de Miguel Brieva, Las Sacas de Patricio Escobal, 1984, míticos fanzines locales como Anti-Patria o Generación ye-yé, discos de Kuraia, Beastie Boys, la cinta legendaria de Mundo Rural… Está claro de donde vienen. Pero lo mejor es que experimenten ustedes mismos todo esto. Compren este discazo, háganse el favor.

LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA –VAMPÍRICOS– DÍAS

La verdad es que últimamente estoy viendo muy buenas películas, de terror para variar. Me suelen cansar las del tipo falso documental o metraje encontrado así que me dispuse a ver Afflicted (Derek Lee / Clif Prowse, 2013) con todas las alarmas puestas. Pero estos canadienses me dieron en todos los morros, así ¡plas!, y yo encantado. Puesto que el título que he puesto ya es spoiler –entroncando con la mejor tradición española tipo La semilla del diablo– no les aventuro más. A ver si después de verla tienen se hacen la pregunta que yo. Clif, Derek, ¿cómo coño habéis rodado ciertas escenas? Os amo.

COSAS GUAYS (invierno 2015)

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Acabo de darme cuenta de que este espacio/faro que ilumina a una generación ávida de experiencias emocionantes no funciona correctamente. La última recomendación –o defenestración, según se mire– data del 22 de abril; fue Telephone de Lady Gaga y no es que fuera una novedad precisamente. Entre tanto relato libidinoso y cósmico, dramas hospitalarios y filosofía de barriada, su guía espiritual de bolsillo no refulge como merece. Y esto hay que solucionarlo, no me gustaría que me acusaran de abandonar a una caterva de depravados en una cestita, a las puertas de lo convencional, indefensos ante el tostón supremo… No sufran, que Incitatus ya llegó, como ocurre en las películas y jamás en la vida, a salvarles en el último segundo y a otorgar, de paso, los siguientes nihil obstat.

LA CANDIDEZ VIOLENTA

Los Conejos estrenan flamante segundo trabajo con título en español. Los segundos discos son siempre difíciles de hacer, máxime cuando la banda debuta con mención de honor. Lo más habitual es que todos los elementos se rebelen en su contra. El público manifestará que el primero mola más, como clavaron La Moto de Fernan; el sonido sufrirá críticas innecesarias –si no es espléndido– porque todo el mundo asume que las cosas, con el tiempo, tienden a mejorar guiados por esa estúpida creencia en el Progreso; para colmo, la criatura recién nacida tendrá un hermano cabrón que le hará la vida imposible, condenada a luchar contra el tiempo; cuando la gente escuchó el primer álbum era más joven –este es el quid– y, con toda seguridad, le unirá a él un vínculo especial que lo convertirá en insuperable. Pues bien, Los Conejos salen indemnes de la batalla, se han marcado un discazo espectacular que adelanta por la derecha a su única referencia hasta ahora. Caos Final continúa el camino pop punk melódico y dulce que habían iniciado pero profundizando más en él, logrando melodías más curiosas y locas, atreviéndose con trompetas en un par de temas. Las voces están muy trabajadas, más sueltas. También continúa su gusto por el flamenco-rock noventero de Gabinete Caligari en Gypsy Lament. Los textos son variados: nostalgia de la niñez (Throwing Rocks), el apocalipsis de los últimos hombres (Caos Final –ver MG 15–), el abandono, la soledad y la muerte (Yellow Rain, basada en la novela La lluvia amarilla de Julio Llamazares), la raza humana devoradora de sí misma (One Step Forward, Two Steps Back), el ensalzamiento de lo raro a través del DIY (New Paths), la fragilidad del ser humano (Walking On A Wire), la bicicleta como fin en sí mismo (Get On Your Bicycles), el pasado misterioso (Old Photographs), la no rendición (Don’t Give Up The Power), ¿el acto sexual trasunto de pelea? (Bitter Sweat) y el cunnilingus eterno (Moustache Ride). Son doce temas redondos, sin mácula. Y es que Los Conejos son punk diferente y adictivo, una realidad propia feísta y divertida, de ingenuidad agresiva. Por si fuera poco, la gráfica del Lp es perfecta; Teodoro Hernández ha sabido trasladar al papel los mundos extraños y preciosistas que la banda propone convirtiendo este disco en un objeto íntimo y delicioso. Un diez. ¡E incluye póster!

(Leer con acento argentino, imitando al gran Héctor del Mar) CON TODOS USTEDES, LAS EMBAJADORAS DEL GUANTAZO, LAS MINISTRAS DE LA MUERTE, LAS MUJERES FATALES… 

Pertenezco a la primera generación ibérica que no se extraña si en una conversación surgen términos y expresiones como «súplex vertical», «sillita eléctrica» o «lo jala de los cabellos». Nací en 1984 y eso implica haber visto íntegra la Época Dorada de Telecinco. Entre mamachichos, italianadas de Jaimito y del tándem Spencer/Hill o series anime de diverso pelaje, se erigía uno de los monolitos de nuestra infancia, el buque insignia de la recién estrenada cadena: el Pressing Catch. Todos sabíamos que los luchadores eran en realidad unos falsarios que a la vez que propinaban puñetazos pisaban con fuerza la lona para lograr golpes más estremecedores, pero eso nos importaba poco; suspendíamos la credulidad en pos del espectáculo y el entretenimiento. Si bien es fácil recordar a los héroes Hulk Hogan, El Último Guerrero (y su Baile de San Vito), Los Sacamantecas, El Enterrador, Terremoto Earthquake (con su letal Salto del Hipopótamo), El Poli Loco, El Hombre del Millón de Dólares o Mister Perfecto, tengo más remoto el recuerdo de su versión femenina, porque, probablemente no durase mucho en antena. En la versión española lo bautizaron con el inefable título Las chicas con las chicas y tan sólo puedo invocar a unas pocas guerreras: La Hija del Granjero, Montaña Fiji o Matilda La Grande (Google me confirma que había muchísimas más; Spanish Red, The Disciplinarian, Caliente, Riot…). Aquí terminan mis conocimientos sobre lucha libre femenina. ¿Por qué entonces toda esta nostálgica y –puede que– trillada introducción?

Me he fulminado ¡Pérfidas!, la novela de Tamara Romero. Así, en tres ratos; me ha parecido divertidísima, una historia de colores saturados contada estupendamente en poco más de cien páginas. Este último aspecto lo valoro mucho, harto de tramas anabolizantes y códices tan gruesos como vacíos. Tamara nos transporta a Valtidia, una ciudad entreverada; quizás un México D.F. con pinceladas de ciudad norteamericana con nombre español. Allí, el deporte de masas es la lucha libre femenina, el público enloquece cada vez que se celebra un combate entre las integrantes de los dos bandos que existen: las Pérfidas y las Lúcidas. El grupo pérfido lo forman chicas con nombres tan chulos como Mazas, La Mujer Azul, Estigma, Hiedra, Rusia, Petróleo, La Ciega, La Vigilante, Las Trillizas y Sor Muerte y son mezcla de las aguerridas féminas de Pressing Catch y los superhéroes mutantes. Sobresale entre todas La Volcánica Magma, la heroína enmascarada invicta con genética de El Santo, la protagonista trágica de la historia, objetivo original de un secuestro fallido. Los criminales confunden a Mazas con Magma y se desencadena la acción, el plan que urden sus compañeras y su manager Alexia Vartel para traerla de vuelta. Romero parte de este hecho para contarnos una historia que orbita alrededor de los conceptos de identidad, la sociedad espectáculo, la ficcionización de la realidad y el compañerismo. También es una historia de mujeres. Y es que los hombres –con la excepción de un locutor de radio, los niños-árbitros y dos mormones de estética Juventudes Hitlerianas– parecen haberse evaporado de Valtidia, o al menos de la trama de ¡Pérfidas!; quizás las vidas de los varones valtidianos no sean demasiado seductoras. Diversión pura y dura en esta novelita pop ultrarevolucionada, de tacones vertiginosos y mamporros coreografiados. Si todo esto no les parece suficiente para hacerse con ella, echen un vistazo a su fantástica cubierta y comprobarán que se trata de una cosa que se puede comprar por la portada; los estetas como yo agradecemos a la editorial Aristas Martínez el buen gusto a la hora de diseñar su catálogo. ¡Gran ovación!

CUANDO OIGAS RUIDOS DENTRO DEL ARMARIO, NO LO ABRAS

Termino con una película. De terror; de hecho la mejor película de terror que he visto en mucho tiempo. Se trata de The Babadook de Jennifer Kent. Una historia pequeñita, dos grandes interpretaciones (Essie Davis y el niño Noah Wiseman) y tensión a raudales. Sin demasiado efectismo ni cataratas de sangre, Kent nos cuenta la del monstruo del armario, relato con reminiscencias de todo el Terror. Lo hace con maestría y estética envidiables. La cara de chalado del crío perdura en la memoria y puede convertirse en un fotograma mítico. ¡Y todo transcurre en noventa y cinco minutos! ¡Parece que los dioses han escuchado mis plegarias! ¡Al fin!

DEMOFRIKATIZACIÓN

truedetective

¿Por qué tus padres quieren pasar las vacaciones en Carcosa? ¿Con qué fin ha cambiado tu novia las clases de inglés por las de valyrio? ¿Es la extinción del ser humano la única solución a este mundo? El éxito de Juego de Tronos y True Detective ha emborronado la línea existente entre lo convencional y lo marginal. Quizás sea temprano para dilucidar si se trata de la definitiva consagración friki o un asalto motivado únicamente por crueles modas pasajeras. A pesar de la banalización que ha sufrido el término en los últimos años –ahora se le llama friki a cualquiera-, los poderes fácticos del frikismo, la línea dura, los de la fantasía épica, la espada y la brujería, han triunfado; contemplan su temporal victoria satisfechos a la par que recelosos del monstruo liberado del ostracismo que, sin control, arremete contra los gustos mayoritarios cual Godzilla arrasando Tokio. Dejando al margen las siempre caprichosas preferencias de los espectadores y el hecho de que Juego de Tronos sea una superproducción (ahí reside su éxito, en parte), los creadores de la serie han conseguido encandilar al gran público que habita entre dos barrios antagónicos: el tradicional purismo aislacionista friki y la postura condescendiente y paternalista del anti-friki. Si exceptuamos a Tolkien, pocos han sido los escritores de épica famosos o reconocidos; siempre han revoloteado en los márgenes de la literatura bien considerada o seria, parecían misteriosos eremitas que sólo importaban a un minúsculo grupo de fans irredentos. La primera vez que oí hablar de Juego de Tronos fue hace cinco o seis años, cuando un colega bastante leído me aconsejó la novela Canción de Hielo y Fuego (por aquel entonces ni siquiera él me hablaba de Juego de Tronos). Le comuniqué que hacía muchos años que no leía fantasía, quizás desde las Crónicas de Elric de Melniboné que me fulminé en la adolescencia; ambos coincidimos en que su autor Michael Moorcock era uno de los grandes, no sólo de la literatura épica sino de la literatura en general. No le hice caso, no leí su recomendación porque me daba pereza sumergirme en un nuevo mundo fantástico, y ahora que me he convertido en un adicto a la serie, me apena no haberlo hecho para poder emprender otra de las grandes tareas a las que se dedican los friquis; comparar la versión literaria y cinematográfica para humillarla. Como ven, la jugada de la HBO ha sido maestra; reciclar para el público televisivo una serie de novelas con muchas posibilidades confinada a un rincón lejano de la cultura. La otra serie triunfadora, True Detective, ha seguido el mismo proceso pero de un modo mucho más sutil. Tras una historia detectivesca más o menos tradicional, su autor Nic Pizzolatto ha soterrado una serie de señales muy reconocibles para los seguidores del terror americano que se vertebran gracias al policía Rust Cohle. Son pistas que los lectores de Lovecraft podrán reconocer prácticamente de inmediato. Creo que su éxito se debe no sólo a que está magníficamente rodada y a las excelentes interpretaciones de Matthew McConaughey y Woody Harrelson, sino que el propio guión de la serie, impregnado de un perfume mezcla del terror gótico clásico americano y el fascinante mundo de los Mitos de Cthulhu del escritor de Providence, ha hechizado a la gran mayoría que seguramente los desconocía y jamás hubiese leído ni una sola línea de En las montañas de la locura –por poner un ejemplo-. Quizás sólo sean cosas mías y todo esto no tenga nada que ver, tal vez sea fruto de la casualidad,  pero da la sensación de que los exploradores de Hoollywood están inmersos en nuevos lugares poco transitados, espoleados por la ambición de conseguir nuevas historias, aunque esto conlleve acudir a sitios marginados. El virus de la cultura de baratillo se ha extendido. La revancha friki ha comenzado.