Categoría: Ruidos infames

COSAS GUAYS (Primavera 2018)

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La URSS

No me gustaban mucho.

Debió de ser cuando sacaron Producto, el primer disco suyo que escuché. Yo salvaba aquel trabajo por los textos impregnados de repelente anti-lo de siempre. “Personales”, como dice la crítica musical exprés de las redes cuando el bocado no atraviesa el gaznate a la primera o no le interesa tomarse en serio a sí misma, por incapacidad o dejadez. Recuerdo poner el disco muchas veces, admirar las letras y flagelarme porque la banda no me gustaba lo suficiente. Y tenían que gustarme más. ¡Con ese nombre! Su semejanza (a ratos) con Larsen me impedía disfrutarlos plenamente. A Larsen «los odio» porque compusieron Frontera francesa, emblema que las bandas punks riojanas activas hace veinte años utilizaron para rematar al respetable tras acribillarlo con ráfagas de interminables días en Texas.

Quizás debería concretar qué significa no me gustaban mucho. Al principio, también hace veinte años, ni beber cerveza ni fumar me agradaba demasiado. Intentaré explicarme mejor. Si hiciéramos una media aritmética de los parámetros punks y musicales, La URSS de Producto pasaría el corte de largo, situándose a años luz de la mediocridad. Aquel disco era mucho mejor que la media de discos punks. Sin embargo, yo aún no había entrado a su mundo. No encontraba el acceso. Y creo que los andaluces no habían abierto el portal definitivo a su particular reino, desbrazado el oculto sendero a sus dominios; todavía no habían publicado Sonidos de un derrumbe.

Suena tópico. Es a partir del LP de 2012 cuando La URSS anexiona mi país para siempre. A lo mejor no supe verlo antes. También contribuyó su directo, claro. Y el conocimiento de lo que tienen entre manos. La URSS moldea a placer esa materia punk primigenia; un mineral fácil de extraer, pero cambiante y extraño. Ellos lo conocen a la perfección, cómo reacciona ante los diferentes estímulos, al frío y al calor, a la luz y a la oscuridad; es el material con el que se construye la gramática del punk. Lo refinan, eliminan el rock para levantar un esqueleto antiguo recubierto de nuevas pieles y músculos, nueva carne, novedosos órganos que insuflan vida a una criatura ausente en los bestiarios. Es necesario dominar la sintaxis para identificar los elementos básicos y destruir lo conocido, las piezas que habitan el estilo, para construir lo nuevo. Luego llegó Maravillas del mundo. Más de lo mismo, más perfección y sabiduría.

Como La URSS se empeñan en seguir vivos y sacar discos, ahora acaban de lanzar Nuevo Testamento. Aquí se podría decir que la banda por fin tiene la producción que se merece o que Nuevo Testamento supone su consagración. Yo simplemente veo a una de las mejores bandas de punk recorriendo su camino, publicando discos buenísimos, potenciados por una gráfica exquisita y un discurso magnético. Ellos lo han diseccionado en este artículo, así que no escribiré demasiado del álbum.

Ya sé que soy muy pesado repitiendo siempre el mismo mantra. Me alegra que las bandas que me gustan continúen haciendo discos geniales.

 

El nuevo disco de La Urss se llama Nuevo Testamento y lo ha publicado Humo en España y Todo Destruido y Discos MMM en Estados Unidos.

COSAS GUAYS (Invierno 2017)

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Nuevo Catecismo Católico

La primera vez que leí Nuevo Catecismo Católico tenía once años y no me interesaban nada el rock and roll ni la religión. Debió de ser un día de junio de 1995; al menos eso dice el número cuatro de la colección de tebeos de Beavis and Butt-Head que publicó World Comics en España. En esta ocasión, los dos imbéciles se travisten para pelear en el barro con dos crumbianas amazonas americanas. Después de sus estúpidas aventuras, en la última página, la Doctora Michelín -un más que probable seudónimo- firmaba la sección cultural Tira de la cadena, un compendio sónico-cinematográfico aún incomprensible para mí, que solo me interesaban las viñetas, algún que otro libro y entrenar para convertirme en el nuevo Pelé. A NCC les dedica un párrafo del artículo sembrado de nombres como Green Day, Black Flag o Bouncing Souls. Transcribo mi reciente redescubrimiento: “Soy un aberrante y Esta vida apesta son dos de las canciones que incluyen en su primer CD. Se presentan con pose chuleta frente aun poster de los Ramones y le dan a un punk-rock honesto, versión de los Saints incluida. Al cantante se le entiende y además el tío afina (¡milagro!), la banda tira bien y si al batería le alejaran los platillos de las manos un par o tres de metros, tiraría todavía mejor. Se resienten de la producción flojeras. Seguro que ganan un montonazo en directo. Atentos pues. Edita Goo Records (se dice Gu)”. Ese atentos pues me encanta por su inocencia. Una vez conocemos las consecuencias positivas de algo todo lo anterior rezuma candidez, se convierte en cuento con final feliz. Si el desenlace es triste, el cotidiano pasado precedente a la tragedia se magnifica, son los últimos momentos y saltan los porqués. Aquí, enternece leer la reseña pensando en lo que vino después. A pesar de la producción flojeras Nuevo Catecismo Católico se convirtieron en la mejor banda de punk rock. Pero, claro, eso yo aún no lo sabía. Tardé seis o siete años más en darme cuenta.

La primera vez que escuché Nuevo Catecismo Católico tenía dieciocho o diecinueve años y no recordaba haber leído aquellas tres palabras jamás. Iba a la universidad y el punk, el rock y más desechos auditivos ya hablaban por mí. Seguramente los escuché tarde, como siempre. Además, fue a la vez que la banda nodriza La Perrera, todo mezclado como las noticias confusas y contradictorias que llegan de los frentes: “dicen que son los mismos”, “creo que son de Bilbao”, “pues tenéis que escuchar lo primero, es lo mejor”. Los discazos se sucedían sin nombre ni orden ni lista de temas. Como no tenía Internet, me fie de un colega que afirmaba que Aún no habéis visto nada era la maqueta. Viví un tiempo con aquella seguridad, me permitía iluminar al personal cuando alababan el primer disco homónimo o el En llamas o el Generación perdida. “Tenéis que escuchar la maqueta”, les decía. Que te gusten NCC no es raro si amas el punk y el rock and roll, si el cerebro funciona correctamente y todavía conservas tus facultades mentales. Son una verdad objetiva: su música está muy por encima de todo, sus letras acostumbran a vivir siempre en el piso de arriba y en directo son una apisonadora. El resultado son canciones redondas siempre, impregnadas de una cercanía que solo se logra a partir de la sencillez y la honestidad con uno mismo. Esto es muy fácil de decir, pero cuando te pones a escribir una canción te das cuenta de lo complejo que es concentrar todo lo que sientes o quieres contar en unos pocos versos. Lo barato es agarrar el fanzine de turno y repetir como loritos.

La última vez que vi a Nuevo Catecismo Católico casi me electrocuto con el micrófono durante un concierto apoteósico, aquí en mi pueblo. En noviembre me quedé sin entrada para su fiesta de veinticinco cumpleaños; volví a llegar tarde, como es habitual. Pero los ausentes podemos resarcirnos porque ahora acaban de publicar una antología compuesta por un CD doble lleno de rarezas, caras b y canciones en directo. Una oportunidad perfecta para estudiar las páginas secretas del verdadero catecismo y transmitir la fe. ¿Acaso no es esa una de las labores del creyente?

COSAS GUAYS (Verano 2017)

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Maybe This

Si te fijas bien en la portada del nuevo álbum de Violets encontrarás las posibles claves de una banda que, a mi juicio, se han convertido en bandera del hardcore melódico actual. Los que me conocen dicen que siempre tiendo a exagerar, y llevan razón; pero al contar historias siempre conviene y mi entusiasmo por aquello que me gusta funciona de este modo, a fuego y sin rehenes. Así que me cortaré y olvidaré lo de mejor disco de —— (rellenar con año, década, la historia…). Pues eso, observen la portada. A la izquierda el Dookie de Green Day, enfrentado al Everything Sucks de Descendents. Abajo, apenas puede leerse Bad Religion en el casete transparente; no consigo descifrar el título ni ampliando la imagen. Parece una sola palabra, así que apostaría todos mis discos de Bad Religion a que se trata del Suffer. En la parte superior han colocado su primer disco de 2012, aquel homónimo e impecable, fresquísimo, conceptual y técnicamente perfecto, en versión vinilo de H-Records. Lo han puesto allí como si quisieran decirnos de qué va la historia; o quizás con la voluntad de conectar su historia con otras. Juegan a ganar con las cartas vistas. Los incunables dispuestos en cruz también podrían ser los puntos cardinales: Violets son el Norte. Los más atentos descubrirán otro disco enterrado bajo el de Descendents. Aunque una estratégica pintura de cera azul tapa el nombre del grupo, reconozco el cincuenta por ciento del Late at Night de Dover. El arroyo subterráneo que irriga la superficie, que permite que florezcan un sonido propio y una personalidad auténtica; si añades el talento necesario para facturar canciones geniales a partir de un conglomerado de sonidos 90’s (grunge, hardcore, pop), el resultado es un disco maravilloso. Maybe This empiedra la senda que la banda abrió en 2012 con aquel disco que hizo plantearme rescatar los patines de las profundidades del trastero.

Gente de bien

Hace unos días vi a Generación Basura, una banda hardcore punk sevillana. Antes de acudir al concierto, había escuchado su recién publicado siete pulgadas; la verdad es que los recordaba más punk rockeros. Cosas de la memoria, en fin. Los andaluces ofrecieron un directo de hardcore dogmático en forma y fondo; así debería ser siempre un concierto de hardcore, enérgico y tan rápido que no te des cuenta ni de cuándo termina. Y es que son un auténtico torbellino de distorsión limpita, estos tipos. La bandera del colectivo Andalucía Über Alles recibía al respetable; la prueba  de que en el sur -en contra de lo que creen muchos- existe una escena fuerte y rica, con bandas de un nivel alucinante que resquebrajan el ombliguismo norteño. Recomiendo escuchar su nuevo single, seis temas con duración máxima de dos minutos, como manda el manual de instrucciones hardcoreta: canciones como Gente de bien, Los ciclistas de Satanás o Deben morirse te engancharán desde la primera escucha.

COSAS GUAYS (Primavera 2017)

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Señales de humo

Primero la venda: no quiero convertirme en un triste de esos que proclama que todo ha muerto. La afirmación de que algo ha perecido no es sino la proyección del fallecimiento del que lo dice. Uno llega, hace, escribe u compone algo y enseguida se apresura a asesinar la disciplina que cultiva por temor a que florezcan frutos más sabrosos o peligrosas hierbas parasitarias. Como si aquel que pusiera fin a las cosas porque sí encarnase un tope artístico insuperable, el capítulo final del libro. Este proceder me repele, aunque alguna vez he caído en las redes del sabihondo que se blinda artificialmente ante los acontecimientos y finge no sorprenderse por nada. En 2014 me percaté de que el disco más reciente de mi Mp3 era de 1999. Ahí la descubrí, la trampa para gilipollas. Durante mi verborrea inconsciente he afirmado que el rock murió por la repetición y la nula ambición de originalidad y frescura. No está de moda construir cosas nuevas con piedras viejas. Luego me enganché a Giuda, la cantimplora semienterrada en el desierto, y aún echo de menos a Lobo Eléctrico, reyes del olimpo del rock del país.

Que en Barakaldo -un lugar proclive al rock- surja una gran banda de rock no debería ser una gran noticia. Un repaso improvisado y acuden raudos Parabellum, Distorsión, Yo soy Julio César, y ahora, Porco Bravo, indiscutible banda -solo lastrada por su excesiva turbonegrización– que ejercen de auténticos embajadores underground. Desde hace unos diez años también están los Tiparrakers, cuyo punk rock seco y afilado no hace demasiado ruido. Cualquiera que sepa de qué va esto no tarda ni dos segundos en percatarse de que hay fondo. “¿Quién es el bueno de ellos?” preguntaba siempre mi tío en la vieja grada general. Bien, estos son los buenos de allí. Definir el sonido tiparraker es difícil; y eso es lo mejor que le puede ocurrir a cualquiera, una bendición, significa que has roto el molde y no saben en qué cajón meterte. Cuando te pones a escribir sobre un grupo y llegas a este punto, se suele hablar de personalidad. Yo creo que esta es consecuencia de la despreocupación y del talento, y me imagino a los Tiparrakers en el local, haciendo lo que les viene en gana sin ensimismarse con ningún artista en concreto. La base de la banda podría ser -vete a saber- esa zona gris entre rock agresivo y punk que trazó Motörhead. Pero la voz vehemente de su cantante, su manera de introducir los versos cortantes los eleva aún más, le otorga al conjunto una solidez envidiable. Una voz de extrarradio que tiende a la melodía y la claridad, que deja de lado los imprecisos dejes cazalleros. En Señales de humo, su cuarto y último trabajo, han conseguido tamizar ese ruido fronterizo mucho más. Es un disco perfecto, pegadizo, corto, lleno de futuros hits como “No comprendo”, “Quien es quien”, “Triángulo, cuadrado, rombo”, “8 días” o “Ciudad higienizada”; las tres canciones restantes no desmerecen nada y redondean el compacto. No me gustaría acabar sin hacer referencia a su directo. El pasado octubre les vi junto a los suecos The Baboon Show, una baza peligrosa a causa de la arrolladora energía de los nórdicos. Sin embargo, estos Vizcaínos Desconocidos fueron su austero contrapunto punk rocker, regalando una velada y actitud extraordinarias. La lección previa a las bufonadas de los de Estocolmo.

COSAS GUAYS (Nieblas 2016)

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Milf Fantasy

Salir de la rutina es uno de los requisitos básicos para que sucedan cosas. No sé qué clase de sustancias segregará nuestro cuerpo antes de emprender un viaje o pasar una temporada fuera de nuestra realidad habitual, cuál es motivo del vértigo que se instala en nuestras tripas durante el tiempo que dura la historia. Alejados del confort diario, la aventura se nos insinúa rápidamente o nosotros coqueteamos con ella, le ofrecemos nuestra mano porque estamos predispuestos a vivirla. Como si estar en otra ciudad, otro país, fuera transitar un plano de nuestra existencia distinto, poblado de actores diferentes al reparto de siempre. Tendemos a pensar que los habitantes de los planos nunca se conocerán porque ambas nos parecen realidades separadas, dos habitaciones contiguas sin puertas ni ventanas. En Un verano en las dunas, Seth nos cuenta cómo se enamora de la mujer del jefe. El canadiense nos lo cuenta con soltura y sin aspavientos, sin pisar la pasión desmesurada ni la asepsia total; el foco en el lugar adecuado siempre. Mediante línea estilizada presenta su experiencia como adolescente cocinero en un restaurante de un pequeño pueblecito turístico; me ha encantado el naturalismo de las conversaciones entre sus compañeros de curro, la forma brillante de Seth al cargar de vida sus personajes a través de diálogos magníficos. Seth se presenta a sí mismo como freak melenudo y reflexivo, un poco lacónico, con gran sentimiento de la justicia y fino sentido del humor. El cómic no va de nada y eso es lo mejor, que ahora parece que hay que explicarlo todo. Publicado originalmente entre 1991 y 1993, cuenta el enamoramiento del autor, el cual sucede fruto de la situación excepcional, un contexto adecuado (el marido gilipollas y baboso) y el influjo que la jefa Dunas ejerce sobre el joven Seth, convirtiéndose en su despertar sexual. Muy guay. La edición corre a cargo de Fulgencio Pimentel y es fabulosa. Además, también incluye la historia Dichosa la hora, otro trauma de Seth narrado con más desparpajo: la paliza que le pegan unos rockers durante una noche de fiesta.

AJ Davila

El que fuera uno de los máximos perpetradores de Davila 666 inició su carrera en solitario hace varios años y yo me acabo de enterar. Ya ven qué bien funciona este recomendador… El puertorriqueño (establecido ahora en México) ha publicado ya dos discos que me parecen fabulosos, Terror Amor (Nacional Records / Scatter Records, 2014) y Beibi (Burger Records, 2014). Su primer trabajo (Terror Amor) está trufado de colaboraciones y el resultado es fantástico (¡leo ahora que sale Juanita Calamidad, de Juanita y Los Feos!). A mi parecer, continúan la estela de Davila 666; quizás tire un poco más de las hebras pop que la difunta banda poseía para anudar un sonido más digerible, pero igual de oscuro y sucio (o más) que antes. Cien por cien guay.

COSAS GUAYS (Verano 2016)

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ELOGIO DE SHIRLEY MANSON

Alienígena recién salida de una vaina. Brochazo rojo y verde sobre una planicie lechosa, translúcida, de rosáceos desniveles; seguro que el azul de las venas se intuye bajo el pecho pálido, casi tan transparente que pueden contarse los latidos. Pero eso no lo sé, me lo imagino porque he visto los arroyos azules en otros pechos, en otras piernas y brazos; no puede ser muy diferente en Edimburgo. Lo brillante suele ser venenoso. Fuego bajo permafrost, esmeralda; caminar escuálido, de animal asustado. Pincha, la aristócrata punk, permitidme el oxímoron. Voz que es lengua y dientes; abraza y acaricia, y a veces se vuelve máquina, precisa, divide la carne, la abre, como la cortadora eléctrica de la carnicería. Es cuestión de milisegundos; la voz burbujea como una reacción química, consume la piel y ocasiona quemaduras de formas caprichosas, sugerentes, como las nubes, ¿qué quieres ver?  Rojo Carrie; aquel era otro rostro fronterizo entre lo humano y lo marciano. El rojo da poderes, es el único color de verdad, no miente nunca. Ahora el rojo se mezcla con blanco, rosa chicle, el fuego se atempera. ¿Quiénes son esos que te acompañan? ¿Tu banda? Siempre me parecieron, con todos los respetos, muñecos, trampantojos creados por ordenador, elementos para equilibrar la composición a tu gusto. Probablemente es injusto, lo sé, tratar así a los demás; un grupo es algo colectivo, ¿no? Debe serlo, yo creo que debe serlo. “Uno no puede hacer la guerra por su cuenta, como Pancho Villa”, decía Mariano, el mejor entrenador de fútbol que tuve, que no es mucho decir porque mi carrera de delantero terminó en juveniles. Pero es que ella hace la guerra tan bien… Algunos pueden pensar que ellos, esos muñecos, te han construido, como en el videoclip de James Bond. Un experimento, un pegote. ¡Qué más da! Hay gente que no sabe discernir entre un diamante y un cubo de basura. Les compadezco, pobres diablos incapaces de admirarte. ¡Qué bueno escucharte de nuevo! Es 1998. Me encanta. Es verte otra vez en el vídeo de “Push it”, muy Bellas Artes todo, lynchiana. Es decir, “eso es”, cada vez que apareces en pantalla, cada vez que posees el cono de un altavoz. He cogido el libreto de Version 2.0., y de repente me he sentido como en el futuro. I’m a big girl now, dices ahora, en 2016.  No te he tenido mucho en cuenta estos últimos años, no voy a engañarte. Escribo esto para redimirme. Es bueno saber que algo está siempre ahí. Ya me voy a castigar yo mismo, al rincón de cara a la pared.

 

El nuevo disco de Garbage se llama Strange Little Birds.

SIESTAS HEAVIES

Sanitarium

Los sueños son recurrentes. Es normal, dicen. No entiendo demasiado de sueños, no sé qué quieren decir. Algo conocía pero ya lo olvidé; la caída sin fin, morir de diversas formas. Ese es típico. De pequeño, muchas veces soñé que ETA me asesinaba. Al sentarme en el capó de un coche, saltaba por los aires y, al día siguiente, escogía el lado más alejado de la calzada como ruta al colegio. A veces, un intruso me acuchillaba en casa, mientras mis padres dormían. Salía de un armario armado con un cúter, se parecía a uno de los ladrones de Solo en casa y peleaba contra mi padre, que venía a salvarme; pero nunca lo hacía y también le mataban. Era un final muy eskorbutiano, todos muertos, y ya está. Durante muchos años me acompañaron estas pesadillas y todavía hoy puedo ver con claridad dónde me apuñalaba el caco, o la intersección en la que aguardaban el Renault 19 o Seat Ibiza explosivos. Desde aquello, no recuerdo sueños repetitivos hasta principios del verano en curso, cuando uno muy raro se ha adueñado de mis siestas -siempre proclives a lo perturbador, en mi experiencia onírica-. En realidad, es más una estampa, una instantánea o un óleo; es un sueño estático porque no ocurre nada. No puedes contarlo -lo intento ahora- en plan tradicional, con su introducción, nudo y desenlace, tampoco hay momentos surrealistas ni caprichosas compañías ni lugares oníricos irreconocibles. Pero me gusta mucho. Aún dormido, noto que disfruto con lo que veo. El cuadro es avenida de la Paz. El bulevar, para ser exactos. La imagen de la calle desde mi punto de vista, el calor es horrible, tiene que ser verano, a las tres o las cuatro de la tarde, porque está desierta. No hay ni tráfico. El adoquinado me quema las plantas de los pies, voy en chancletas. Parece que me dirijo a la piscina. Puede ser; cerca de allí fui a una academia de matemáticas y es el camino habitual para ir a la piscina desde mi casa. Mi subconsciente no es muy original. En los auriculares suena Sanitarium de Metallica. Es lo más llamativo porque no recuerdo sueños con música. Sí con diálogos pero no con banda sonora. ¿Qué demonios quiere decir esto? He puesto la canción varias veces, la escucho ahora, mientras escribo, y estoy empezando a preocuparme. ‘Welcome to where time stands still / No one leaves and no one will’. ¿Quién me habla? ¿James Hetfield? ‘Dream the same thing every night / I see our freedom in my sight’. Y más. ‘Sleep, my friend, and you will see / That dream is my reality’. La canción trata sobre un manicomio, pero estos versos sueltos, descontextualizados, me asustan un poco. Incluso la canción tiene dos títulos: un inquietante Welcome Home es el otro. Lo contradictorio es que la sensación mientras el sueño se desarrolla es fantástica, no es una pesadilla. Felicidad y plenitud en términos infantiles, es decir, absolutos. Y misterio. El misterio de las siestas heavies. Después de repasar todo esto, quizás prefiera las noches pop, más simples y primarias. Una noche soñé con Beyoncé; cabalgaba un corcel blanco y me buscaba por la Mayor. La peña se agolpaba en la calle, salía de los bares para contemplarla. Me señaló y me ordenó que subiera al caballo. Luego galopábamos hacia una suite de Los Bracos pero -¡oh, no!- algo nos detenía; un malvado con ansias de destruir el mundo… Siempre pasa algo, macho.

DÍAS DE MÁXIMO VOLUMEN 2

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Puede que nos encontremos ante una cita consolidada, quién sabe. La cosa es que el pasado fin de semana se celebró en Villatruño la segunda edición de los Días de Máximo Volumen, esta vez reducida a sólo dos días; y menos mal, porque la intensidad de los conciertos no ha descendido ni un ápice y, si hubiera durado más tiempo, posiblemente no hubiera sobrevivido. El cónclave de conspiradores oscuros riojanos convocó a sus acólitos el viernes a las ocho de la tarde, y estos no defraudaron, acudiendo en masa a la inauguración de la exposición fotográfica sobre el punk berón. Esta vez, las fotografías se imprimieron en el papel adecuado y lucen mucho más que un folio cutre, permitiendo buscarte en cualquiera de ellas, como a Wally; en algunas es difícil encontrar rostros entre el amasijo de piernas y brazos fruto del PHR. Las fotografías muestran, al igual que en la pasada edición, bandas de aquí y también foráneas, ibéricas y extranjeras. Estado Terminal, Mundo Rural, BBK, Lefä, Imperdibles, Antibióticos, Raiser… La lista es interminable, así que lo mejor es que no te lo cuenten y la visites. Los conciertos empezaron mucho más tarde de la hora programada ante un llenazo total. Abrieron las leyendas Anti/Dogmatikss con su hardcore clásico a toda velocidad y ofrecieron un directo muy bueno, sonando bien y pasando por encima del personal con gran autoridad. Muy buen concierto. Después siguieron Accidente y, a estas alturas, el calor ya era insoportable. Los de Madrid defendieron las canciones de su último y fantástico trabajo Pulso sin defraudar; la banda sonó perfectamente engrasada. Su directo fue apoteósico. El público estaba entregado y se preparó un buen aquelarre en las primeras filas, donde la gente cantaba las canciones a voz en grito, fuera de sí. Me encantaron. Les he visto tres o cuatro veces y, la verdad, que esta ha sido la mejor, quizás el contexto fuera también óptimo. La única pega (por decir algo) es que sonaron un poco bajos de volumen (Nota: estoy medio sordo). Después de respirar un poco fuera, subieron Flying Ladies, es decir, servidor y sus amigos. Creo que tocamos bastante bien y estuvimos a la altura. En cualquier caso, que valoren los demás. Quedaba el postre, Sudor. Los toledanos siempre son reseñables, sus directos son demenciales y esta vez subieron un peldaño más hacia la locura absoluta. El refranero punk riojano dice que un batería alzado por el respetable (instrumento incluido) es la última fase de reconocimiento a la que un músico puede aspirar. Es la Cruz de Hierro y el Corazón Púrpura juntas. Es el fanatismo demente. Pues así terminó. Y con un buen PHR parte-vértebras sobre el escenario.

El sábado amenizaron la tarde las bicis del Ghetto Sida Park. Rampa, acrobacias y coche en ruinas que por momento imaginaba incendiado mientras sonaba Horrelakoada bizitza… Buen rato divertido el que pasamos. La afluencia de gente fue mucho menor y es que el viernes hizo estragos. Y entre los supervivientes la cosa iba como iba; fundamos el Club de la Coca-Cola, imaginen. Copcake fueron los encargados de iniciar el ritual. Los franceses fueron una apisonadora, simple y llanamente. Hardcore extremo con una cantante con voz de Apocalipsis. Fantásticos. Después les llegó el turno a Satélite, banda madrileña que desconocía y que sustituían a Zanussi. Satélite hacen punk ochentero oscuro que a mí me suena a Desechables, Parálisis y a Belgrado, por citar alguno más actual. Tocaron bien pero me pareció que les faltaba un puntito para sonar un poco más compactos, o quizás fuera sólo que yo estaba medio destruido y mis condiciones no fueron las mejores para valorarlos. No obstante, la cantante lo dio todo, actitud pura. Gran frontwoman. Terminaron Ídolos del Extrarradio con un espectáculo fantástico, tocando fenomenal las canciones de su último disco Vorágine. La banda me gusta y resulta que ni me había enterado de que habían sacado disco nuevo. En fin. Muy buenos. La única pena del sábado fue que no hubiera la cantidad de gente que el concierto merecía. Esperemos que en la siguiente edición sepamos administrar mejor nuestro entusiasmo.

PHR (Pogo Horizontal Riojano): Variante berona del pogo tradicional que consiste en empujar a una persona hasta que pierde la verticalidad para, acto seguido, tumbarse encima de ella con el fin de inmovilizarla. Lo habitual es que más personas se sumen al proceso, formándose una lasaña de personas de varios pisos. Otros asistentes se encargan de rescatar a la víctima primera si esta presenta un rostro amoratado o extrañas torsiones en las extremidades. Actualmente en desuso.

COSAS GUAYS (Primavera 2016)

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TURNO DI NOTTE A CITTÀ CONFINE

Seguro que conocéis la siguiente secuencia recurso, mis queridos cinéfilos. Una pareja se ubica en un espacio. Puede ser uno interior (bar, restaurante, lugar de trabajo…) o exterior (parque, bulevar, camino…). Mantienen una conversación intrascendente, mucha risa y tontería que denotan cierta conexión. Cada nuevo chascarrillo es una muestra de su atracción creciente, de su tanteo mutuo, de tratar de agradar sin aspavientos, discretamente, piano, piano, para no cagarla. Se conocen desde el minuto cinco del metraje y, aunque los créditos ya nos daban alguna pista, está claro lo que va a pasar. Sólo falta saber qué va a resquebrajar sus respectivos muros de contención. Sigue la charla. Trabajos anteriores, cómo tú por aquí, ¿te apetece tomar una copa?, hasta que a uno de los dos se le escapa algo que considera íntimo y secreto, algo importante para él o ella, un desliz que no estaba en la lista de automatismos a articular con desconocidos y que –piensa- seguro que no despierta el mínimo interés en el otro. Entonces la cara de nuestro interlocutor se ilumina (¿Te gusta la cerámica china?) a la vez que se convierte en piedra. Son milésimas de segundo pero, ¡qué sufrimiento!
—Sí, alguna vez, bueno, eh…
—¡¡ME ENCANTAAA!!
Se abrazan y se recitan las dinastías y sus estilos, se cuentan sus viajes a la Ciudad Prohibida, se quieren, es una pasión irrefrenable, se han librado del corsé de la convención, es la magia del cine y de la vida. Cenan en un chino y terminan en la casa-museo de uno de ellos, destruyendo porcelana por el pasillo al tiempo que se arrancan la ropa a dentelladas, durante un plano secuencia maravilloso. Funde a negro. ¿Cuándo demonios va a ocurrirme esto?, pensamos los espectadores en la butaca del cine.

Mi cerámica china de esta primavera se llama Buio Mondo y ha sido un amor a primera cuchillada. Hojeando la revista Karate Press (cuya lectura recomiendo a todo adorador subterráneo) me encontré con el portadón que ilustra este post (los guantes y el cuchillo los he añadido yo); un collage de objetos cortantes, pastores alemanes cabreados, máscaras sadomasoquistas, cristales rotos; y un título expeditivo sobre un restregón de sangre: Italia Violenta. Decir que llamó mi atención sería como afirmar que las mujeres y la cerveza me gustan un poco. Y eso que estaba en blanco y negro, no había descubierto sus colorines argentianos, esos verdes y rojos cegadores que el no versado puede identificar con Portugal, pero que a mí me teletransportan al país transalpino… Bien. Comencé a leer el artículo y a confirmar mi primera impresión… Pulso el stop del VHS.

Buio Mondo son dos tipos (Il Forense y Dr. Freudstein) que practican sludge o metal pesado con rastros de sintetizadores. Hasta aquí todo ¿normal? La gracia, o mejor dicho, hito civilizatorio, es que lo hacen tomando como referencia las bandas sonoras del cine de terror que Italia produjo desde finales de los sesenta hasta los años ochenta; sobre todos los géneros cultivados (Poliziesco, péplum, erótico) el giallo era el rey de reyes. Un género fruto de la noche apasionada entre una Psicosis ciega hasta las cejas de Amaretto y el Krimi alemán, que ya iba torcido de serie, los dos apretaditos en un Fiat 600 aparcado frente a la playa. Buio Mondo recoge esta tradición terrorífica y (sobre todo) homenajea a aquellos que pusieron música (Goblin a la cabeza) al grito aterrorizado de mujeres espectaculares, a la amenaza del cuero negro. Italia Violenta es genial, todos los detalles se han cuidado al máximo. Temas como A mezzanotte mi prendo la tua carne, Il gatto con la coda di cristallo y Omicidio sotto le luci al neon te pondrán como una moto si te suenan nombres como Bava, Argento, Fulci, Martino, Avati, Nicolodi, Fenech y un largo etcétera. Bravissimo!

 

BONUS TRACK: SMART COPS – PER PROTEGGERE E SERVIRE

Aunque este discazo de Smart Cops tiene ya unos años, no me he podido resistir a ponerlo aquí, aprovechando que el Tíber pasa por Roma. Siempre presentes.

¡QUE OS DEN, GENTE NORMAL!

eddie

El monstruito molaba. Era el retrato de la nebulosa que habitaba en mi cabeza. Verlo por primera vez fue encontrar la senda enigmática que no sabes hacia donde te va a llevar. A lo mejor me conducía a un precipicio o a un callejón sin salida pero, ¡qué importaba!, lo único de lo que estaba seguro es que algo invisible me empujaba hacia Él, hacia su rostro cadavérico y melenudo. Siempre me habían gustado las calaveras. Las dibujaba a todas horas, calaveras y tiburones. Los tiburones son la leche. Estás pasándotelo bien en la playa, de vacaciones, quizás abrazado a una chica que acabas de conocer del bloque de apartamentos de enfrente, que sabe a sal y crema solar, y viene un tiburón a devorarte una pierna o un brazo. Te viene a decir, con sus maneras mesozoicas, que el mar es maravilloso y tal, pero que él también vive allí y verás su aleta acercarse cuando menos te lo esperes. Te avisa del dolor por venir. Para cuando aparece la calavera, ya no hay dolor. Son lo mejor, las calaveras. Las dibujaba de mil formas: calaveras sangrantes, calaveras semienterradas, calaveras con tibias cruzadas, calaveras con un cirio encima, chorreándoles cera por los parietales, como en la portada de Krabat y el molino del diablo, un libro que adoraba. Siempre tenía que ser así, porque si resbalaran por la cara, los chorretones afearían un poco el dibujo. A los profesores no les gustaba. La calavera es la muerte y los niños son muy jóvenes para entenderla. Quizás tomé conciencia pronto de la mierda que es morirse, aunque no morí, lógicamente. Resulta que la muerte es un familiar lejano del que te han hablado pero que no conoces, el tío en América, y un día, así porque sí, llama a la puerta, como en El sentido de la vida de los Monthy Python. De repente, apagón, un rostro de mujer desconocido rodeado de azul, el cielo debe de ser, y luego sí, luz eléctrica y un hospital. Y piensas, «pues me hubiera jodido morirme». No me hubiera enterado, pero me hubiera jodido. Aunque supongo que después de morirte las cosas no te pueden joder ni gustar, ¿no? El tema es que tenía delante de mí a Eddie, la mascota de Iron Maiden, que es más o menos una calavera. No recuerdo con exactitud si Eddie me miraba desde una camiseta o un póster. Tampoco recuerdo bien el lugar. Era uno público, eso seguro; estaban mis padres, porque era pequeño, y había mucha gente. Ahora que hago memoria, puede que fuera el mercadillo de las barracas, al lado de las atracciones. Allí, mientras mi madre miraba pendientes o pulseras tuve mi experiencia mística particular. No sabía nada acerca del monstruito, ni que se llamaba Eddie ni tampoco sabía nada de Iron Maiden, ni de rock ni de punk ni de heavy metal. Pero estaba bien. Todo lo que me transmitía, aquellas sensaciones difíciles de concretar, eran buenas. Parecía un orgulloso «que os den por culo, soy una especie de muerto viviente, se me caen jirones de piel mientras camino, llevo camisetas mugrientas, pero aquí estoy y me da igual, no lo olvidéis nunca, gente normal». Era un icono, un emblema de algo importante, un veneno sutilmente inoculado. Desde entonces, ya nada fue lo mismo. Cada cosa que hacía, leía y contemplaba poseía un reverso, una esquina donde Eddie se escondía hasta que entraba en plano en el momento óptimo. La persona o el dedo que te arruinan la foto, ese era Eddie. Me obligaba a preguntarme por qué el dedo o la persona estaban ahí. Aunque los borremos con Photoshop para que no afeen la composición, siempre sabremos que estuvieron allí y que, quizás su aparición no fue tan fortuita como pensamos. El espíritu de Eddie me acompañó durante toda mi niñez y adolescencia. En ese tiempo, como muchos, jugaba al fútbol en el equipo del barrio, el Colonvilla. Todos los sábados nos metían quince, veinte o treinta cero y todos los equipos eran más altos, más fuertes y más guapos. Feliciano, el presidente, nos llevaba a los partidos en la caja de su camión, Exclusivas Nosequé, después de advertirnos de que viajáramos en silencio, «por la policía». Bueno, pues dentro del camión también se sentaba Eddie. Hablaba con voz de ultratumba de película fantástica ochentera.

-Hoy toca el Loyola, chicos, van primeros y os van a hacer pedazos… ¿Pero sabéis una cosa? ¡Qué más da! ¡Que les den por culo! ¡Aquí estáis, con la cabeza bien alta! Repetid conmigo: ¡que les den por culo a esos pijos de Jesuitas! ¡Fuck 90210!

Empatamos a dos y se fueron llorando del campo. Feliciano nos regaló calculadoras y golosinas. Eddie caminó sobre las antiguas instalaciones de Pradoviejo, era el coloso de Goya. ¡Que os den!

Buscar los márgenes y las esquinas fue, desde entonces, imperativo, y en el instituto, las calaveras volvieron a aparecer. La de Exploited, la de jabalí o lo que sea de Motörhead y más tarde, la de SIDA y la de Broken Bones. Si añades las que hay en la portada del Ixnay on the hombre y la radiografía del Smash de Offspring, esas podrían ser las calaveras de mi vida. Las que me partieron por la mitad y avisaban de la tragedia y de la muerte. Las que me ayudaron a observar diferente, a veces en otra dirección, como los seguratas de los conciertos y de los partidos de fútbol. La gente se suele reír de ellos porque no ven el espectáculo. A quién le importa.